A la ex de mi ex

Perdóname por la arrogancia y las sonrisas soberbias; por la condescendencia.

No soy más bonita que tú, como alguna vez me consolé pensando, ni ella más bonita que nosotras. Somos todas, aunque distintas, manifestaciones del mismo ser: del ser mujer.

Y yo me colgué de su cuello frente a ti, creyendo que había ganado algo, pensando que yo era el final del camino. No me daba cuenta de que el arrasaba tu vida y me usaba para hacerlo, yo lo sabía y me complacía ser su herramienta.

Es que yo pensaba que eso era ser amada. Que la vida es así y que tú tenías que hacerte a un lado o, más bien, que yo tenía que hacerte a un lado.

Hermana, sentí placer cuando te vi mermada pero es que yo pensaba que eso era ser amada. No quise anticipar que un día yo iba a estar parada de ese otro lado, desde el que me mirabas.

Me esforcé para llenar con gracia ese territorio que creí mío, antes tuyo. Pero ahí es tierra de nadie.

Me sentí gigantesca por que La Novia era yo y no tú.

Oculté el dolor del primer maltrato. En el primer viaje que hicimos juntxs me acusó de seducir a cuanta persona le dirigí la palabra. Sí, hasta a quien le dije ‘buenos días’. Traté de dejarle claro que sus acusaciones eran falsas e injustas. Me dijo ‘Ay, por favor, te estoy viendo’. No, no me estaba viendo. Yo no puedo hacer esas cosas, no soy así, no soy eso. Le amenacé con dejarlo si volvía a tratarme de esa manera.

Hermana, tú sabes que volvió a hacerlo y que yo no pude cumplir mi amenaza; sabes, incluso, cómo me convenció de no hacerlo.

A ti, hermana, te oculté el dolor. A ti y al mundo. Seguí complaciéndome en ser yo La Novia, y no tú.

Luego, un día le tuve miedo. ¿Alguna vez le temiste también? Pero seguí complaciéndome en ser yo La Novia, y no tú.

Alguna vez me contó que le dijiste que era un machista. Yo sonreí, le consolé. Ahora la novia era yo y no, no planeaba ser como tú.

Aquella primera vez que me di cuenta de que le tenía miedo, te pensé. Te vi diciéndoselo ‘eres machista’, aturdida, incómoda pero ya en el proceso de librarte de él.

Otro día quiso imponerme un trío con una de sus amigas. No cedí y se divirtieron lxs dxs sin mí. Les escuché desde la otra habitación. No, no hice nada. La humillación me congeló y para poder seguir viéndolo a la cara, la culpé a ella.

Después, lo vi de lejos, durante un buen rato, coqueteando en serio con otra morra. Usé artimañas, armé una estrategia y ella salió de nuestras vidas.

Y así seguí, creyendo que ocultarte mi dolor hacía alguna diferencia. Total, La Novia seguía siendo yo. No sabía, hermana, que hablar contigo me podría haber salvado. Y es que yo creía que nuestra distancia, mi apatía hacia ti…yo creía que eso era ser amada.

Y seguí, hasta que un día, peleando, me dio un empujón que me atravesó el pecho y me desmembró. Lloré día y noche. No podía parar. Y recordé que alguna vez le pregunté por qué se habían separado ustedes, él sólo me dijo que ya tenían muchos problemas y que tú llorabas todo el tiempo, un chingo.

Ahí, tirada en la cama, llorando y con él haciéndome piojito, ahí te amé. Lo entendí todo. Ahora La Novia era yo, no tú. Y deseé que aquella primera vez que te vi en las escaleras del edificio no me hubieras ocultado tu dolor. Yo sé, tenías que hacerlo. De cualquier manera, yo no lo habría entendido. Y ahí entendí que tú y yo jamás debimos distanciarnos.

Yo no podría parármele en frente a la otra de nosotras y compartirle mi dolor. Todavía no sé si me voy a atrever contigo.

Es esta paradoja de que, en este mundo, la autodefensa y la sororidad en esta clase de situaciones nos es violencia porque supone la humillación de la exhibición: otra agresión.

No sé si podré algún día.

Me siento en tu carne, en tu carne que desprecié y sólo espero que ninguna nosotras se vaya a sentir alguna vez en la mía. Lo deseo y no sé si puedo luchar para que así sea.

Hermana, yo también soy lesbiana. He sido lesbiana desde antes de conocerlo y también en mi vida logró meterse, también a mí me maltrató hasta romperme y yo también sé que es machista.

No sé si de algo vale, si aún te importe, pero quiero decirte (y a ella, la otra nosotras) que la mierda no está de nuestro lado sino del suyo. Está podrido desde hace tiempo, la vida no le trató bien y jamás pudo sobreponerse. Es, además, el hijo ideal del patriarcado, el hijo perfecto de la heterosexualidad.

Te abrazo, hermana, en estas letras, un día lo haré más allá de ellas.

No me fue bien con él, me agredió de todas las formas posibles, es machista, muy violento y nada chido.

Te amo, hermana. Sí, hasta ahora. Y es que yo pensaba que eso era ser amada. Te ofrezco disculpas por la competencia, por mi propio machismo.

Lola

 

P.D.Confieso, hermanas, todavía hay en mí un deseo de que él me escoja a mí. Sí, después del maltrato, la humillación, el engaño y la consciencia de todo, el deseo sigue ahí. Parte de mí espera que no lo haga, que no me escoja, no en este momento. No lo resistiría y volvería a él, porque ese deseo es así y no he encontrado libro ni feminismo que pueda con él. Me rebasa, hermanas. Mi único plan es mantenerme fuera de su alcance hasta que este deseo vaya perdiendo intensidad.